Había una vez un pequeño pato llamado Patito. Él era diferente a los demás patos de su escuela, tenía un plumaje de color gris y su pico era más grande. Los demás patos solían reírse de él, lo llamaban “Patito Feo” y siempre lo dejaban solo en el recreo.
A Patito le dolía mucho, pero tenía una profesora muy amable, la señora Lucy. Ella veía cómo trataban a Patito y decidió ayudarlo. La señora Lucy era sabia y amable, y le decía a Patito, “No te preocupes, cada uno de nosotros es especial y único. Tú tienes un gran corazón y eso es lo que realmente importa”.
La señora Lucy siempre animaba a Patito a participar en las actividades escolares. Le daba trabajos especiales, como ser el líder de la fila o el encargado de cuidar la mascota de la clase. Poco a poco, Patito empezó a sentirse más seguro de sí mismo.
Un día, la señora Lucy organizó una competencia de carreras de natación. Todos los patitos participaron, pero ninguno era tan rápido como Patito. Con su gran corazón, Patito nadó lo más rápido que pudo y ganó la carrera. Todos se sorprendieron y empezaron a aplaudir.
Después de ese día, los demás patos dejaron de llamarlo “Patito Feo” y empezaron a tratarlo con más respeto. Se convirtió en un patito muy querido. Y aunque su plumaje seguía siendo gris y su pico grande, a todos les gustaba Patito, porque lo más importante es cómo tratamos a los demás, no cómo lucimos.
Así, Patito demostró que todos somos especiales y únicos, y que con un gran corazón y un poco de ayuda, podemos superar cualquier desafío. Y todos aprendieron que lo más importante es ser amables y respetuosos con los demás, sin importar cómo sean.