Por la mañana Silvia, golpeaba su cuchara contra el plato. ¡Tin, tin, tin!
—¡Música! —gritó Silvia riendo.
Mamá se sentó a su lado y empezó a cantar una canción. Silvia dejó de golpear y escuchó. La voz de mamá era suave y bonita.
Silvia se sintió tranquila.
Después del desayuno, papá sacó su tambor viejo del armario.
—¿Quieres tocar conmigo? —preguntó.
¡Pom, pom, pom! Silvia y papá tocaron juntos. Silvia saltaba y reía.
—¡Más rápido, papá!
Afuera empezó a llover. Las gotas sonaban en la ventana: plic, plic, plic.
Silvia corrió a mirar. Bailó moviendo los brazos como las gotas de lluvia.
—La música me hace feliz —dijo Silvia abrazando a papá.
Y siguió bailando hasta la hora de la siesta.
				
															
															
															

