Era una fría y gris mañana de otoño, y Lucas se había despertado de mal humor.
Su madre le había preparado unos esponjosos y dulces panqueques con sirope caliente que olían delicioso. Pero Lucas estaba tan enojado que ni siquiera quiso probar un bocado.
- ¡Quiero cereales! – gritó con una voz chillona mientras pataleaba en el suelo.
Su mamá lo miró con tristeza y le explicó amablemente: – Los panqueques están recién hechos para ti, pero si prefieres cereal, está bien.
Así que le sirvió una taza de cereal crujiendo con leche fría. Lucas se lo comió de mala gana.
Cuando terminó, ni siquiera llevó su plato al fregadero. Salió corriendo a jugar, dejando un desastre atrás. Su mamá estaba molesta por su comportamiento maleducado.
Decidió ir a hablar con él y le dijo con firmeza: – Hijo, no me gustó cómo te portaste hoy. Fue irrespetuoso desperdiciar mi comida y dejar tirado tu plato. Por favor, discúlpate.
Lucas pensó en lo que había hecho. Vio que su mamá tenía razón al estar decepcionada.
- Lo siento, mami. Tienes razón, me porté muy mal – dijo Lucas avergonzado. Le dio un abrazo a su mamá.
Aprendió que debía ser agradecido y respetuoso. Luego, Lucas recogió su plato y lo llevó a la cocina para lavarlo. Su mamá sonrió orgullosa.