En una casa llena de alegría, vivía un niño llamado Alejandro. A veces, Alejandro hacía berrinches fuertes.
—¡No quiero! —gritaba.
Un día, mamá le dijo:
—Santa Claus tiene una lista de niños buenos y otra lista negra con los nombres de los niños que necesitan mejorar.
Alejandro no quería estar en la lista que no era buena.
Unos días después, papá tuvo una gran idea. Creó un calendario que tenía bolsillos con números.
—Cada día abriremos uno —dijo papá— y encontraremos un color para recordar que la Navidad se acerca.
Alejandro abría un bolsillo cada mañana y encontraba un color.
Un día, el color era verde. Pero Alejandro se puso muy rojo de enojo. Quería jugar con su oso y no pudo.
Papá se acercó.
– Hoy tocaba el color verde. Pero tu carita está roja de enojo.
Alejandro miró el color verde. Se sentía mal por el enojo. Respiró hondo. Su carita dejó de estar roja.
Al día siguiente, el calendario mostraba el color verde de verdad. Alejandro se sintió contento.
Empezó a entender: si se enojaba, el calendario no se veía tan bonito. Si estaba tranquilo, el calendario brillaba.
Alejandro portarse bien y a pensar antes de gritar, por ejemplo. Si quería algo, lo pedía amablemente. Si algo no le gustaba, lo decía con voz normal.
El calendario se llenó de colores bonitos: amarillo, verde, rosa.
Cuando llegó la Navidad, Alejandro vio muchos regalos bajo el árbol, entendió que lo había hecho bien y que no estaba en la lista negra de Santa.
Mamá le abrazó fuerte.
—Santa sabe que eres un niño bueno —dijo.
Alejandro sonrió. Su corazón estaba lleno de muchos colores bonitos.


