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La brújula de las estaciones

Categorias : Aventuras
Edad
Cuento para 4 años y más
Tiempo de lectura
3 minutos
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MUSICA DE FONDO NEUTRAL

Estela estaba en su habitación mirando cómo el cielo cambiaba de color por la ventana. De pronto, unas nubes negras comenzaron a juntarse y un viento fuerte agitó todo lo que encontraba a su paso. Una ráfaga hizo volar papeles, hojas y también un paquete pequeño que, girando, girando, cayó justo en su escritorio —¡pum!—.

Intrigada, Estela lo abrió y descubrió una brújula dorada acompañada por una nota: “Gira la aguja, sigue su luz y ayuda a la estación que lo necesite”. Estela sintió que esa mañana sería muy especial.

Primavera

Mientras Estela examinaba la brújula, vio por la ventana cómo el viento había arrastrado pétalos y hojas, tiñendo el aire de verde y rosa. La aguja comenzó a brillar y, como un tirón suave, la transportó a un prado. Allí, las flores parecían tristes y arrugadas porque las abejas no zumbaban por ninguna parte.

—Necesitamos a las abejas para despertar —susurró un lirio, asomando entre los tallos.

Estela, utilizando unas maracas de semillas que encontró entre la hierba, agitó el ritmo que llamó a las abejas dormilonas. Pronto, empezaron a revolotear, ayudando a que las flores volvieran a vivir y crecer.

Verano

De repente, un cálido soplo convirtió el paisaje en playa, pero el cielo estaba cubierto de nubes grises y los niños, envueltos en toallas, miraban el mar con frío.

—El Sol está agotado —explicó un cangrejo, señalando hacia el cielo nublado.

Estela recordó una canción que su mamá le cantaba cuando estaba nublado, decía así: Sol, solecito, caliéntame un poquito, por hoy y por mañana, por toda la semana…”. Todos los niños se unieron a la canción y, como por arte de magia, el verdadero Sol se animó, las nubes se apartaron y la playa se llenó de calor y alegría. Así, todos comenzaron la fiesta de castillos y olas.

Otoño

Al girar la brújula una vez más, ráfagas de aire suave trajeron hojas a su alrededor y, de pronto, Estela se encontró rodeada de árboles, pero sus hojas aún eran todas verdes.

—Olvidamos cambiar nuestros trajes —dijo un árbol, sonriendo.

Estela sacó sus lápices de colores y pintó unas hojas de naranja, amarillo y rojo. El viento copió el color y fue pintando cada rama en tonos cálidos, haciendo que las hojas bailaran y crujieran bajo los pies, señal de que el otoño había llegado.

Invierno

Una nevada empezó a caer y cubrió todo de blanco. Al mirar su brújula, Estela vio que la aguja chisporroteaba y la llevó a un valle helado donde la nieve caía tan rápido que no se veía nada alrededor. Los animales estaban perdidos.

Estela modeló bolas de nieve en forma de pequeños farolitos y, con mucho cuidado, los fue colocando por el camino. Los animalitos los siguieron y hallaron el sendero de regreso a sus madrigueras, seguros y felices.

De regreso a casa

La brújula tintineó suavemente y en ese instante, todo el viento desapareció y Estela estaba de nuevo en su cuarto. En la nota pudo leer: «Gracias por equilibrar las estaciones. Cada gesto cuenta para cuidar la naturaleza. Mañana habrá nuevas misiones».

Estela sonrió, dejó la brújula en su escritorio y, al abrir la ventana para respirar el aire fresco —igual de cambiado que ella—, supo que incluso las manos más pequeñas pueden hacer grandes cosas para cuidar el planeta.

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