Cada tarde, Mara se sentaba con su abuelo junto a un gran río que cruzaba el valle. El agua corría y decía “shhh-shhh”, como si contara secretos antiguos. Una noche, el murmullo cambió y sonó preocupado: “piedra grande… paso cerrado… pueblo en peligro”.
Al amanecer, Mara y su abuelo rodearon el borde del río hasta encontrar una enorme roca atascada en el cauce. El agua chocaba contra ella y crecía rápido. —Si no la movemos, el río se desbordará y causará una inundación— dijo el abuelo.
Mara llamó a los vecinos. Llegaron con palas, cuerdas y muchas ganas de ayudar. Entre todos empujaron la piedra con fuerzas: “¡uno, dos, tres… ahora!”. La roca rodó y el agua volvió a fluir tranquila.
Esa noche el río sonó como una canción alegre. Mara sonrió porque entendió que escuchar a la naturaleza y trabajar unidos puede salvar todo un pueblo.