Ana tenía una pelota que no tenía colores, ¡era completamente gris! Un día mientras jugaba, descubrió que su pelota cambiaba de colores después de tocar cosas coloridas.
Primero, Ana hizo que la pelota tocara la hierba verde, y ¡zas!, la pelota se volvió verde. Luego, la llevó al lago azul, y ¡plop!, la pelota se tiñó de azul.

Ana corrió al arenero amarillo donde jugaba con sus amigos y ¡puf!, la pelota se volvió amarilla. Por último, la acercó a unas flores rojas, y ¡pop!, la pelota se volvió roja.
Solo le faltaba un color para que la pelota de Ana brillara con todos los colores del parque. ¿Qué color crees que fue?