Sofía estaba nerviosa antes de dormir porque al día siguiente leería en voz alta en clase.Se sentía tan inquieta que no podía cerrar los ojos. Justo entonces, su mamá entró en su habitación y se sentó junto a ella.
“Escucha, cariño —dijo mamá mientras se acomodaba junto a ella—. A tu edad yo también sentía estas mismas mariposas en el estómago cuando era pequeña, hasta que tu abuela me compartió su secreto para calmarme”. Con paciencia, le explicó cómo poner las manos sobre su corazón, respirar profundamente contando hasta tres al inhalar y hasta cinco al exhalar.
Mientras respiraba, Sofía imaginaba que, cada vez que soltaba el aire, los nervios salían volando como pequeñas mariposas. Con cada respiro, las mariposas de nervios se alejaban más y más. Pronto, Sofía empezó a sentir que su corazón latía más despacio y una paz suave la envolvió.
Al final, su mamá le susurró: “Ahora imagina que las mariposas te rodean y te llenan de calma para mañana”. Sofía, tranquila y feliz, se durmió profundamente, lista para enfrentar su día especial.
