Bati era un pequeño murciélago muy especial. ¿Sabes por qué? Porque tenía miedo a la oscuridad, algo raro en un murciélago. Mientras sus amiguitos jugaban felices bajo las estrellas, Bati prefería quedarse en su cuevita, soñando con el sol.
Pero Bati no solo era especial por su miedo. También era muy curioso y le encantaba aprender cosas nuevas.
Alba, su amiga lechuza, tenía unos ojos grandes y brillantes como lunas. Sabía muchas cosas porque había visto muchísimos amaneceres y atardeceres. Un día, Alba notó que Bati se ponía triste cuando llegaba la noche.
“¡Tengo una idea!” dijo Alba con una sonrisa. “Esta noche será diferente. Ven conmigo, Bati. Te voy a enseñar algo increíble que te hará ver la oscuridad de otra manera.”
Bati estaba un poquito asustado, pero confiaba en su amiga. Juntos, volaron sobre ríos brillantes y montañas tan altas que parecían tocar el cielo.
“Mira a tu alrededor, Bati. ¿Qué ves?” preguntó Alba.
“Veo la noche oscura… ¡pero mira! ¡La luna brilla muchísimo!” dijo Bati con los ojos muy abiertos.
Alba sonrió y le explicó: “La oscuridad es como una manta que nos deja ver las luces del cielo. Cada sombra es especial porque la luna la toca con su luz, haciendo que la noche sea preciosa.”
Volando juntos, Bati aprendió que la noche no era solo oscuridad. Era como un gran dibujo lleno de luces y sombras, donde todo era bonito a su manera. Alba le enseñó que muchos animalitos, como ellos, necesitaban la noche para vivir y explorar.
Desde esa noche mágica, Bati ya no tenía miedo a la oscuridad. Ahora, esperaba con emoción a que llegara la noche para descubrir nuevos secretos que solo se podían ver con la luz de la luna. Cada noche se convirtió en una nueva aventura para aprender y explorar.
