Gabriel era un pequeño gatito que amaba sus hermosos pañales coloridos. Un día, mientras jugaba, se detuvo y pensó en todas las cosas que ya sabía hacer como un gatito grande. Entonces, se dijo a sí mismo: “¡Ya soy grande! Quiero aprender a usar el baño como los gatitos mayores.”
Mirando a su mamá con ojos llenos de determinación, maulló: “¡Mamá, ayúdame a ir al baño!”
Con pasos valientes, Gabriel se acercó al baño. Observó el inodoro y se animó a sí mismo: “¡Es hora de intentarlo!”
El primer día no pudo hacer mucho, pero su mamá lo animó y le dijo con una gran sonrisa: “Puedes avisarme cuando quieras intentarlo de nuevo.”
Con cada intento, Gabriel aprendía un poco más. Su mamá gata lo observaba, sintiéndose muy orgullosa de como su pequeño estaba creciendo.
Finalmente, un día, Gabriel lo logró. ¡Había usado el baño como un gatito grande! Saltó y dio vueltas, lleno de alegría. “¡Lo hice, lo hice!” maulló.
Su mamá se acercó, ronroneando con orgullo. “¡Te felicito, gatito valiente!”
Desde ese día, Gabriel sabía que, aunque aún era pequeño, con esfuerzo y perseverancia podía lograr cualquier cosa.