Julia y Julio eran dos hermanos que vivían en un mundo lleno de imaginación. A ellos les encantaba jugar a ser superhéroes. Julia tenía el increíble poder de crear agua con solo mover sus manos, como si fuera una maga. Julio, por otro lado, podía encender un fuego en un instante, sin necesidad de cerillos o leña.
Un día, en el corazón de su emocionante juego, su perro peludo de peluche había sido atrapado por un terrible monstruo de juguete. El perro estaba en una jaula de plástico, y el monstruo tenía la única llave.
Pero a Julia y Julio no les asustaba nada, ni siquiera un monstruo. Ambos se miraron y decidieron rescatar a su perro. Julia alzó sus manos y, con un movimiento suave, imaginó una ola que se dirigía hacia el monstruo. Julio, con un chasquido de sus dedos, fingió lanzar bolas de fuego al monstruo.
El juego continuó, y juntos imaginaron que habían vencido al monstruo, que había caído y dejado la llave. Rápidamente, corrieron a la jaula, desbloquearon la cerradura y “liberaron” a su perro. Abrazaron a su perro de peluche, contentos y orgullosos de su valiente rescate.
Justo cuando estaban celebrando, la voz de su madre los llamó desde la cocina. Era hora de cenar. Guardaron sus juguetes, dejaron a su perro en un lugar seguro y corrieron hacia la cocina para cenar, sabiendo que mañana tendrían otra gran aventura.