Tito, Nora y Beto eran tres pingüinos que vivían en el Polo Sur. Esa mañana, mientras jugaban a saltar sobre las olas, vieron algo extraño flotando cerca de la orilla: ¡un sobre blanco con un sello dorado! Tito lo recogió con su aleta.
—¡Miren! Dice "De Emma, para Santa" —leyó Nora, ajustándose sus plumas.
—¡Se cayó del saco de Papá Noel! —exclamó Beto, dando un saltito—. ¡Tenemos que entregarla!
Los tres pingüinos se miraron. Sabían que era importante. Sin perder tiempo, comenzaron a caminar por la nieve. Pronto llegaron a una montaña de hielo muy alta y resbaladiza.
—¡Vamos a deslizarnos! —propuso Tito.
Se pusieron en fila, uno detrás del otro, y ¡zas! Bajaron rapidísimo, gritando de emoción. Al llegar abajo, se encontraron con un grupo de focas que jugaban con una pelota de nieve.
—¿Pueden dejarnos pasar? Llevamos una carta muy importante —pidió Nora con educación.
Las focas, curiosas, les abrieron camino aplaudiendo con sus aletas. Los pingüinos siguieron adelante hasta llegar al mar. Allí flotaba un iceberg pequeño, perfecto para viajar.
—¡Subamos! —dijo Beto.
Los tres saltaron al iceberg y remaron con sus aletas. El viento frío soplaba, pero ellos no se rindieron. Remaron y remaron hasta que vieron luces brillantes a lo lejos: ¡la ciudad!
Cuando llegaron a la orilla, apareció un buzón rojo con un copo tallado. Era el buzón de Papá Noel para cartas perdidas. Metieron la carta dentro del buzón.
Los pingüinos, cansados, pero felices, se deslizaron de regreso a casa. Beto miró a sus amigos y dijo:
—¡Lo logramos juntos!
Nora y Tito asintieron, y los tres se tiraron a la nieve a descansar, mirando las estrellas que empezaban a brillar en el cielo.
