Tami era un elefantito gris con trompa juguetona que vivía en un bosque verde y suave. Su reloj de colores cambiaba como las hojas en el viento: rojo para enojo, amarillo para alegría, azul para tristeza, verde para miedo, rosa para sorpresa.
Cuando Tami corría feliz por el musgo blando, el reloj brillaba amarillo. Las mariposas bailaban y las flores reían con pétalos temblorosos.
Pero si Tami pisaba una rama crujiente y se frustraba, el reloj se ponía rojo. Los árboles se movían enfadados, y los pajaritos se escondían.
Un día de lluvia suave, Tami quiso cruzar un riachuelo. Tropezó y splash, cayó al agua fría. El reloj se volvió azul, y las nubes lloraron más fuerte. Sus amigos animalitos se sintieron tristes también, con ojitos húmedos.
“¿Por qué todos estamos azules?” preguntó el conejito, con orejas bajas.
Tami miró su reloj y respiró hondo, una, dos veces. Pensó en el sol cálido. Canturreó una canción de gotas: “Plin plin, lluvia va, sol vendrá.”
Poco a poco, el azul se hizo pequeño. El reloj brilló rosa de sorpresa. El conejito saltó: “¡Mira, Tami! ¡Puedes cambiarlo!”
Los amigos chapotearon en el riachuelo, riendo mientras el bosque se llenaba de colores arcoíris. Tami sacudió su trompa, salpicando gotitas alegres a todos.


