El capitán Coco DientesBrillantes, un cocodrilo pirata con sombrero negro y un enorme parche, navegaba en su barco Tronco Flotante.
Una noche, el mar empezó a brillar con muchas lucecitas de colores.
—¿Qué es eso? —preguntó Coco asomándose por la borda.
—¡Auxilio! ¡Ayuda! —escuchó unas vocecitas.
Coco se lanzó al agua con un gran splash. Nadó hasta las luces y descubrió estrellas marinas atrapadas en una vieja red de pesca.
—No se preocupen, yo las ayudaré —dijo Coco.
Con su cola fuerte, ¡CRASH! Rompió la red en pedazos, y las estrellas marinas quedaron libres y brillaron aún más fuerte. Nadaron felices alrededor de Coco.

—¡WOW! —gritó la tripulación del Tronco Flotante al ver el agua iluminarse con los colores del arcoíris.
Las estrellas marinas, para agradecer, le regalaron a Coco un cofre, pero al abrirlo, no había oro… ¡Sorpresa! Estaba lleno de frutas deliciosas: mangos, piñas, uvas, cocos y muchas otras frutas.
—¡Qué rico! —dijo Coco—. Huele delicioso.
Coco compartió las frutas con toda su tripulación. Todos comieron hasta quedar satisfechos, pero cuando miraron de nuevo dentro del cofre… ¡Seguía lleno de frutas!
—¡Es un cofre mágico! —gritó Coco emocionado—. ¡Nunca se vacía!
—Ese cofre es un regalo del océano y del cielo —dijo la estrella más grande
—Solo permanecerá lleno si lo comparten siempre.
—Este tesoro no es mío, ¡es del mundo! —dijo con una sonrisa.
Visitaron islas grandes y pequeñas: a pescadores cansados les dieron uvas frescas, a familias enteras mangos y cocos para beber, y a viajeros perdidos piñas dulces para recuperar fuerzas.
De isla en isla fueron viajando, dejando caminos de sonrisas. El cofre nunca se vació, y el barco se volvió conocido como “la nave de los sabores”.