Flit era un dragón muy pequeño que vivía en una acogedora pastelería. Su aliento violeta podía calentar el horno mejor que cualquier leña.
El gran concurso de pasteles sería mañana y Flit guardaba una sola chispa mágica dentro de un frasco. Con ella podía ganar el trofeo, pero después ya no podría hornear.
Esa tarde llegaron sus amigos dragones Ana y Luis con hambre y las manos vacías. —¿Compartes un pastel con nosotros?— preguntaron. Flit pensó un momento, abrió el frasco y dejó salir la chispa. El fuego violeta llenó el horno de luz. Todos mezclaron harina, miel y leche mientras reían.
Al día siguiente, el jurado no dio a Flit el premio al “Mejor pastel”, pero le entregó una medalla que decía “Corazón Generoso”. De camino a casa, el frasco se iluminó otra vez.
Flit comprendió que la magia regresa cuando se comparte.