Mateo y Clara estaban muy emocionados. Habían pasado toda la tarde escribiendo sus cartas para Santa. En sus deseos de esta Navidad esperaban muchos juguetes pero sobre todo deseaban mucha salud y paz para su familia y amigos.
Pero, justo antes de envolver las cartas, una ráfaga de viento entró por la ventana y estas salieron volando.
—¡Tenemos que atraparlas! —gritó Clara.
Sin pensarlo, los dos corrieron hacia el bosque persiguiendo las cartas, que parecían tener vida propia. La primera quedó atascada en un tronco, donde vivía un pequeño conejo blanco. El conejo se asustó y comenzó a saltar, pero tuvieron suerte, ya que este los guió hacia un arbusto lleno de frutas, donde encontraron la segunda carta. Allí, justo al lado de un hermoso búho, que voló muy alto al asustarse.
Felices de haber recuperado las cartas, Mateo y Clara volvieron a su casa, las colocaron en un sobre y lo pusieron en el árbol de Navidad. Luego, subieron a dormir a su habitación.
Minutos después, una estrella fugaz iluminó el cielo, pero al observarla bien, se podía distinguir que era un majestuoso trineo volando.
A la mañana siguiente, junto a sus regalos, encontraron una nota especial que decía:
“Mateo y Clara: gracias por creer en la magia. ¡Feliz Navidad!”